Por Cándida Figuereo
Nicolás de Jesús López
Rodríguez, que el 31 del próximo mes arriba a la edad de
80 años, deja a su paso por la Iglesia Católica una impronta interesante e
ideal para una película de cine por su permanente defensa de la soberanía
dominicana.
Siempre defendió que los asuntos
propios de este país fueran tratados por
los dominicanos, como lo establece la Constitución, postura que siempre fue
respaldada por esa gran mayoría que ama
esta Patria chica en espacio físico, pero gigante de corazón para salir
a flote ante cualquier adversidad.
El Cardenal López Rodríguez iba
directo al grano en la salvaguarda de este país, sin temor y con firmeza, lo
que acrecentaba la admiración tanto de hombres como de cobardes que les temen
hasta a un mosquito.
Digno es, por tanto, tener
presente al Cardenal por los siglos de
los siglos por su constante defensa por esta isla que ronda los 10.00 millones
de personas que se caracterizan básicamente por su docilidad.
La historia dominicana recoge a
los prohombres que hicieron posible nuestra nacionalidad en momentos difíciles,
por lo que toca a las generaciones presentes y porvenir contribuir en su
conservación, en su bienestar y garantizar la paz.
En un escrito reciente el
Cardenal López Rodríguez expresa: “Con
profunda sencillez pido al Señor que perdone cualquier ofensa o malestar que
haya ocasionado a personas y comunidades. Estén seguros que siempre me ha movido
el más sincero amor al Señor, a la iglesia y a esta patria dominicana y nunca
he albergado ningún rencor hacia quienes han mostrado resistencia o han
expresado rechazo o disconformidad con mi persona”.
Lo anterior obedece a que López
Rodríguez deja su función de arzobispo
de Santo Domingo donde le relevará monseñor Francisco Ozoria Acosta, de quien
también se tienen buenas referencias.
En el Cardenal López Rodríguez
no se aplica el poema del Renunciamiento que en su primera estrofa dice: “Pasarás
por mi vida sin saber que pasaste”. Quienes iban a sus misas en la Catedral, le escuchaban y veían por
televisión y en otras jornadas conocen
su dilatada labor pastoral en pro de mejores hombres y mujeres aferrados a la
fe.
Tampoco olvidarán su defensa
visceral por esta República Dominicana que debe dolerle a cada uno de sus
habitantes, por lo que quizás sea buena una película para que no le olviden ni
siquiera un momento y se sepa que esta patria chica es de los dominicanos y no
se vende.
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