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domingo, 11 de septiembre de 2016

Para no olvidar al Cardenal López Rodríguez

Por Cándida Figuereo  
Nicolás de Jesús López Rodríguez, que el 31 del próximo mes arriba a la edad de 80 años, deja a su paso por la Iglesia Católica una impronta interesante e ideal para una película de cine por su permanente defensa de la soberanía dominicana.
Siempre defendió que los asuntos propios de este país fueran tratados por los dominicanos, como lo establece la Constitución, postura que siempre fue respaldada por esa gran mayoría que ama  esta Patria chica en espacio físico, pero gigante de corazón para salir a flote ante cualquier adversidad.
El Cardenal López Rodríguez iba directo al grano en la salvaguarda de este país, sin temor y con firmeza, lo que acrecentaba la admiración tanto de hombres como de cobardes que les temen hasta a un mosquito.
Digno es, por tanto, tener presente al Cardenal por los siglos de los siglos por su constante defensa por esta isla que ronda los 10.00 millones de personas que se caracterizan básicamente por su docilidad.
La historia dominicana recoge a los prohombres que hicieron posible nuestra nacionalidad en momentos difíciles, por lo que toca a las generaciones presentes y porvenir contribuir en su conservación, en su bienestar y garantizar la paz.
En un escrito reciente el Cardenal López Rodríguez expresa: “Con profunda sencillez pido al Señor que perdone cualquier ofensa o malestar que haya ocasionado a personas y comunidades. Estén seguros que siempre me ha movido el más sincero amor al Señor, a la iglesia y a esta patria dominicana y nunca he albergado ningún rencor hacia quienes han mostrado resistencia o han expresado rechazo o disconformidad con mi persona”.
Lo anterior obedece a que López Rodríguez deja su función de arzobispo de Santo Domingo donde le relevará monseñor Francisco Ozoria Acosta, de quien también se tienen buenas referencias.

En el Cardenal López Rodríguez no se aplica el poema del Renunciamiento que en su primera estrofa dice: “Pasarás por mi vida sin saber que pasaste”. Quienes iban a sus misas en la Catedral, le escuchaban y veían por televisión y en otras jornadas conocen su dilatada labor pastoral en pro de mejores hombres y mujeres aferrados a la fe.
Tampoco olvidarán su defensa visceral por esta República Dominicana que debe dolerle a cada uno de sus habitantes, por lo que quizás sea buena una película para que no le olviden ni siquiera un momento y se sepa que esta patria chica es de los dominicanos y no se vende. 

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