Por Viryi Baldera
Licenciada en Comunicación Social con Máster en Comunicación Estratégica y Relaciones Públicas.
La reciente decisión del presidente
Luis Abinader de suspender las festividades navideñas en las instituciones públicas
y la contratación de artistas para amenizarlas ha generado preocupación en
diversos sectores del país. Aunque el objetivo declarado es ahorrar en tiempos
difíciles, cabe preguntarse si este tipo de medidas realmente suponen un ahorro
significativo, o si, por el contrario, priva a la sociedad de una tradición que
beneficia a numerosos sectores económicos y culturales.
Esta dinámica es un motor económico, y
la suspensión de las celebraciones representa una pérdida para todas las
empresas que dependen de este tipo de actividades. La contratación de servicios
para estas fiestas genera empleos y dinamiza la economía en general, no solo
para el sector artístico, sino también para todos aquellos negocios que se
activan en torno a estos eventos. En una economía que necesita constantemente
incentivos, resulta contraproducente eliminar este flujo de dinero que aporta a
tantos dominicanos.
La Navidad es una temporada esperada
no solo por los servidores públicos, que suelen disfrutar de este momento de
integración y alegría, sino también por el sector artístico. Para los artistas
dominicanos, esta época representa una oportunidad de trabajo esencial. Después
de años de desafíos, muchos de estos profesionales dependen de la actividad
navideña para mantener sus ingresos. Además, las empresas de montaje, salones
de eventos, alquileres, catering, decoraciones y otros servicios, también ven
en la Navidad una de las pocas épocas del año en que el flujo económico les
permite mantenerse a flote.
Es importante recordar que estas
festividades están contempladas en el Plan Operativo Anual (POA) de cada
institución. Las celebraciones y eventos se planifican con antelación y sus
costos están presupuestados; por lo tanto, su eliminación no se traduce
necesariamente en un ahorro sustancial, ya que estos fondos estaban destinados
desde un inicio para este fin. Además, los empleados públicos, quienes trabajan
arduamente durante todo el año, también merecen un momento de esparcimiento y
celebración como una retribución por sus esfuerzos.
Por lo tanto, en lugar de suspender
totalmente las festividades, quizás una reestructuración de los presupuestos o
una disminución del gasto podría haber sido una opción viable que beneficiara a
todos. La Navidad, al final de cuentas, es una época de unión y esperanza, y
representa un momento único para los dominicanos de celebrar sus tradiciones y
fortalecer sus lazos.
No obstante, es justo reconocer que el presidente Luis Abinader ha demostrado un compromiso constante con el bienestar de la clase trabajadora y del sector artístico. Durante su gestión, ha implementado múltiples iniciativas de apoyo al arte y la cultura, y ha dado pasos significativos para mejorar las condiciones de los trabajadores dominicanos. Esta trayectoria destaca sus intenciones de generar un cambio positivo en el país, y es evidente que su liderazgo ha impulsado numerosos avances. Sin embargo, en este caso, tal vez habría sido más acertado explorar opciones intermedias que permitieran celebrar de manera moderada, sin que el sector artístico y las pequeñas empresas dependientes de estas celebraciones se vean afectadas.
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