Conforme avanzan los años, el gusto por el dulce se reduce
Cantidad de calorías determinan si un alimento o una bebida puede brindar mayor nivel de saciedad
Cantidad de calorías determinan si un alimento o una bebida puede brindar mayor nivel de saciedad
Los humanos escogemos lo que queremos comer por diversas razones: optamos porque nuestras comidas sean saludables, accesibles o cómodas (fáciles de conseguir), pero la principal razón es por su sabor. ¿Y por qué optamos por lo dulce?
¿Se había preguntado alguna vez por qué le gusta tanto ese postre o esa bebida con azúcar? La respuesta se encuentra en nuestros genes: a los humanos nos gusta el sabor de lo dulce. Históricamente el sabor dulce se asocia con comidas saludables, mientras que los sabores amargos se relacionan con comidas tóxicas. Nuestros antepasados solo podían distinguir entre un alimento y un veneno dependiendo de si este era dulce o amargo y así se acostumbraron a preferir las cosas dulces.
Y ese gusto instintivo por las cosas dulces comienza desde que nacemos. Diferentes estudios realizados con infantes comprobaron que, según sus expresiones faciales, preferían sabores dulces, mientras que rechazaban los amargos.
Estas son algunas de las razones que ofreció el doctor Adam Drewnowski, director del Centro de Obesidad de la Universidad de Washington, del por qué el ser humano prefiere lo dulce. Su exposición, “Los humanos y el dulzor: ¿por qué nos gustan las cosas dulces?”, se realizó en Bogotá, Colombia, durante el pasado Simposio de edulcorantes no calóricos de la Serie Científica Latinoamericana, y planteó la relación entre los sabores, la saciedad y la ingesta calórica de los humanos.
¿Se había preguntado alguna vez por qué le gusta tanto ese postre o esa bebida con azúcar? La respuesta se encuentra en nuestros genes: a los humanos nos gusta el sabor de lo dulce. Históricamente el sabor dulce se asocia con comidas saludables, mientras que los sabores amargos se relacionan con comidas tóxicas. Nuestros antepasados solo podían distinguir entre un alimento y un veneno dependiendo de si este era dulce o amargo y así se acostumbraron a preferir las cosas dulces.
Y ese gusto instintivo por las cosas dulces comienza desde que nacemos. Diferentes estudios realizados con infantes comprobaron que, según sus expresiones faciales, preferían sabores dulces, mientras que rechazaban los amargos.
Estas son algunas de las razones que ofreció el doctor Adam Drewnowski, director del Centro de Obesidad de la Universidad de Washington, del por qué el ser humano prefiere lo dulce. Su exposición, “Los humanos y el dulzor: ¿por qué nos gustan las cosas dulces?”, se realizó en Bogotá, Colombia, durante el pasado Simposio de edulcorantes no calóricos de la Serie Científica Latinoamericana, y planteó la relación entre los sabores, la saciedad y la ingesta calórica de los humanos.
¿Por qué nuestros principales recuerdos de lo que comíamos y bebíamos en nuestra niñez son relacionados con lo dulce? El Dr. Drewnowski comentó que en estas edades, cuando somos niños y adolescentes, preferimos alimentos y bebidas mucho más dulces, y arguyó que esto también puede estar relacionado con la evolución, ya que lo dulce provee a los menores la energía que requieren en su crecimiento.
Pero luego de los 12 años de edad, cuando bajamos la intensidad de nuestro desarrollo corporal, esta preferencia va disminuyendo. Con los años, los adultos empiezan a dejar de preferir las cosas dulces y a disfrutar los sabores más complejos, incluyendo los amargos.
Los datos que ofrecen los estudios revelan que los niños prefieren frutas con mayor cantidad de energía (bananos, papas, uvas, manzanas), mientras que los adultos optan por alimentos con mayor densidad de energía, con grasa, azúcar o sal (como chocolates y galletas).
El investigador señala que las bebidas azucaradas tienen poca densidad energética dado que el azúcar está diluido en agua. Esta es la razón por la cual los alimentos con alta densidad energética, tales como los postres o las papas fritas, son irresistibles, mientras que los jugos o las gaseosas no. Si nos ofrecen un chocolate o una bebida azucarada, nuestra selección, naturalmente, se inclina por el chocolate.
De acuerdo con el especialista, conforme avanza la edad, la preferencia de los adultos hacia el dulzor se disminuye, pero aún así aumentan los problemas de obesidad y diabetes en esta población. Mientras los menores utilizan esa energía que consumen por medio del juego y ejercicio, los adultos deben esforzarse más en buscar un balance calórico –entre lo consumido y lo gastado-, además de complementarlo con actividad física regular, aunque sea moderada, para mantener un estilo de vida saludable.
Las bebidas que contienen edulcorantes ayudan al control de calorías, dentro de una dieta balanceada. Por no tener calorías, no producen saciedad, pero está demostrado que tampoco causan más hambre.
En cambio, las bebidas azucaradas sí brindan ese sentimiento de saciedad. Drewnowski aclaró que, aunque no hay evidencia concluyente, preliminarmente se ha encontrado que tanto las bebidas con azúcar como las comidas contribuyen a la saciedad ya que es determinada por la cantidad de calorías consumidas, independientemente de si son sólidas o líquidas.
Esta información nos permite comprender por qué los humanos nos comportamos de determinadas maneras, explicando cómo históricamente hemos preferido lo dulce como método de supervivencia, y por qué preferimos alimentos con alta densidad calórica sobre otras comidas. Eso sí, independientemente de lo que consumamos, la clave es mantener una dieta balanceada en donde quepa todo tipo de alimento o bebida pero con moderación, e incorporando actividad física en nuestras rutinas diarias.
Más información: http://seriecientifica.org/ponencia-detalle/drewnowski, http://seriecientifica.org/sala-de-prensa/galeria-imagenes
Pero luego de los 12 años de edad, cuando bajamos la intensidad de nuestro desarrollo corporal, esta preferencia va disminuyendo. Con los años, los adultos empiezan a dejar de preferir las cosas dulces y a disfrutar los sabores más complejos, incluyendo los amargos.
Los datos que ofrecen los estudios revelan que los niños prefieren frutas con mayor cantidad de energía (bananos, papas, uvas, manzanas), mientras que los adultos optan por alimentos con mayor densidad de energía, con grasa, azúcar o sal (como chocolates y galletas).
El investigador señala que las bebidas azucaradas tienen poca densidad energética dado que el azúcar está diluido en agua. Esta es la razón por la cual los alimentos con alta densidad energética, tales como los postres o las papas fritas, son irresistibles, mientras que los jugos o las gaseosas no. Si nos ofrecen un chocolate o una bebida azucarada, nuestra selección, naturalmente, se inclina por el chocolate.
De acuerdo con el especialista, conforme avanza la edad, la preferencia de los adultos hacia el dulzor se disminuye, pero aún así aumentan los problemas de obesidad y diabetes en esta población. Mientras los menores utilizan esa energía que consumen por medio del juego y ejercicio, los adultos deben esforzarse más en buscar un balance calórico –entre lo consumido y lo gastado-, además de complementarlo con actividad física regular, aunque sea moderada, para mantener un estilo de vida saludable.
Las bebidas que contienen edulcorantes ayudan al control de calorías, dentro de una dieta balanceada. Por no tener calorías, no producen saciedad, pero está demostrado que tampoco causan más hambre.
En cambio, las bebidas azucaradas sí brindan ese sentimiento de saciedad. Drewnowski aclaró que, aunque no hay evidencia concluyente, preliminarmente se ha encontrado que tanto las bebidas con azúcar como las comidas contribuyen a la saciedad ya que es determinada por la cantidad de calorías consumidas, independientemente de si son sólidas o líquidas.
Esta información nos permite comprender por qué los humanos nos comportamos de determinadas maneras, explicando cómo históricamente hemos preferido lo dulce como método de supervivencia, y por qué preferimos alimentos con alta densidad calórica sobre otras comidas. Eso sí, independientemente de lo que consumamos, la clave es mantener una dieta balanceada en donde quepa todo tipo de alimento o bebida pero con moderación, e incorporando actividad física en nuestras rutinas diarias.
Más información: http://seriecientifica.org/ponencia-detalle/drewnowski, http://seriecientifica.org/sala-de-prensa/galeria-imagenes
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