Vinculado a este capítulo de su historia recuerda que su primera cámara Cannon AE-1 totalmente manual, se le obsequió su esposa Gretchen en 1977. Desde entonces, en su memoria están archivadas las más impresionantes campiñas del mundo.
En este amplio salón “La naturaleza bajo nuestras narices”, está a menos de un metro de nuestra vista. La podemos contemplar e interiorizar hasta descubrir que sus protagonistas son animales, insectos, pájaros y plantas secas encontradas en su pequeña granja de la zona rural de New Hampshire, en el lejano nordeste, de Estados Unidos, su país natal.
Este hombre de inmensa estatura (mide 6 pies 3.5 pulgadas de alto), y amplia sonrisa construye conexiones con sus estudiantes y audiencias adultas, pues combina la enseñanza y la fotografía en el aula, en el sendero natural y en sus viajes. Es justamente este tipo de conexión e intercambio con los profesores de Idiomas de la UASD, que pertenecen al Programa de Escritores del Plymouth y Gretchen, que le ha hecho posible estampar sus fotografías en Santo Domingo.
Al referirse a su fascinación por el arte fotográfico ecológico afirma: “Yo miro de cerca, no importa donde me encuentre. Cuando yo me concentró veo belleza, asombro y desafío. Hago preguntas acerca de lo que veo y luego busco respuestas”.
“De igual manera, me preocupa la pérdida del hábitat en mi pueblo natal y lo que eso significa para los animales salvajes como el oso negro y el venado de cola blanca”, continua narrando.
Para cumplir esta misión, Barry sale de su país en busca de nuevos desafíos fotográficos. Para ello, ha viajado a las Islas Galápagos, la Savannah africana, la cuenca del Río Amazonas y los bosques húmedos por Costa Rica, Ecuador, Indonesia, México, Perú y por supuesto República Dominicana, donde afirma que sus fotos favoritas son de las personas; y por supuesto, de algunos animales. Este viaje siempre lo emprende de la mano de su compañera y esposa Gretchen, quien es especialista en Evaluación Educativa.
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